Dirigir un Proyecto (La Persona)

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Aprendiendo de la mano de mi hija
Aprendiendo de la mano

Dirigir un proyecto es una competencia transversal pero también una disciplina generalmente de postgrado1. Pero en mi experiencia, a la mayor parte de las personas les llega de rebote sin tener una formación previa. Estás trabajando en un área concreta (tu especialidad), pasan los años y sube tu nivel de responsabilidad. Y ese salto a un nivel de gestión implica que tienes responsabilidad sobre algún proyecto (lo que hace, lo que cuesta y lo que dura).

El problema es que las competencias de dirección no son las mismas que las de tu especialidad. Ese es el reto. Y no es necesariamente malo, porque como en todo, dirigir un proyecto es un equilibrio entre experiencia y formación.

Lo primero es entender que la persona que dirige es importante. Si ese rol es el tuyo, concéntrate en ello. No es cuestión de que vas a ganar más (la típica motivación) sino que vas a tener que mejorar tu capacidad de gestión (lo difícil). Es fácil acostumbrarse a ganar más dinero, pero no a tener más responsabilidad2. Cuando escribía sobre el fútbol y la dirección de proyectos resaltaba la importancia que tenía el director (Vicente del Bosque) en el éxito del proyecto (la eurocopa del 2012 de la selección española). Ese es el estilo que a mí me gusta. La persona importa.

La dirección es importante porque en un proyecto (o en cualquier organización) hay un equilibrio entre:

  1. Planificar y Controlar (la Dirección)
  2. La Ejecución (El Equipo)

Claro que el equipo es muy importante pero la capacidad de gestión y dirección puede marcar la diferencia. Por eso es difícil encontrar personas competentes en la dirección de proyectos. Y cuando hablamos de competencias habría muchísimas, pero a mí siempre se me ocurren estas tres3:

  1. Ordenar
  2. Aprender
  3. Acompañar

Ordenar es intervenir con criterio en todo el posible caos que va a ser el proyecto. Aunque planificar es adivinar (con sentido), hay que tener un plan. Y controlar el proyecto es ajustar lo real (lo que sucede) a lo ideal (lo que pensabas). Y muchas veces trabajar el plan significa poner orden. Y poner orden es definir con criterio (y claridad):

Aprender. Poner orden no significa ser infalible (no equivocarse). El plan nunca se va a cumplir tal cual lo tenías pensado, pero eso no significa que vaya a terminar mal. Tendrás que aprender. La Dirección (y el poder en general) tienen un peligro enorme cuando no son capaces de aprender y de observar la realidad. Y yo no conozco ningún proyecto que no cambie, pero sí muchos directores que no cambian e insisten, e insisten, en los mismos errores. La buena dirección aprende de (su) realidad. Y aprender es la parte de medir (o evaluar) en el proceso de mejora continua:

Acompañar. Yo creo que una dirección de proyectos (madura), es como la educación de verdad: un trabajo de acompañamiento. Todos aprendemos y es difícil saber quien enseña más a quien. Dirigir no es obsesionarse y pensar que todo es tuyo (el poder). Yo creo que, en realidad, dirigir, acompañar es más bien dar seguridad. Hay muchas maneras de acompañar (y de estilos de dirección) pero si le das seguridad a tu equipo, eso significa que lo estás acompañando (y esa es la autoridad y liderazgo de verdad). La buena dirección no manda, acompaña. Y aunque esto es algo como muy general, es fácil de ver en la realidad. Todos sabemos si nuestros jefes sólo mandan (ojo con estos) o acompañan. Con unos creces, con otros no.

Dirigir un proyecto tiene que ver con poner un poco de orden, aprender y acompañar. Por eso si quieres que termine bien (en calidad, plazo y presupuesto) tendrás que llevarlo de la mano. De tu mano


Actualizado del original (2009)

Notas